Los cuatro hermanos y el camello perdido
Cuatro
hermanos, que era unos rastreadores muy hábiles, vieron las huellas de un
camello. Más adelante encontraron a un árabe que les preguntó si habían visto
un camello que se le había desaparecido; pensaba que seguramente se lo habían
robado y no sabía qué hacer ni dónde encontrar a los ladrones.
Los
hermanos preguntaron:
-¿Es
ciego de un ojo y cojea de una pata?
-¿Tiene
el rabo cortado?
-¿Lleva
un saco de trigo y un odre de miel?
-¡Ese es!
– exclamó el árabe- ¿Sabes quién me lo ha robado? ¡Díganmelo, por favor!
-No, ni
siquiera lo hemos visto- dijo uno de los hermanos.
El árabe
pensó enseguida que los ladrones eran ellos y los llevó ante el juez:
-Han
descrito tan exactamente a mi camello, que no pueden negar haberlo robado.
-El
camello –dijo el primero- había comido la hierba de una parte sólo del camino y
por tanto tenía que ser tuerto. Una huella estaba menos marcada que la otra y
eso quería decir que cojeaba.
-Yo he
observado -dijo el segundo- que los excrementos formaban un solo montón, en vez
de estar esparcidos como es normal, y por eso he pensando que tenía que tener
el rabo cortado.
-De
acuerdo –dijo el juez-, pero ¿cómo habéis podido adivinar también la carga que
llevaba?
-Por un
lado –dijo el tercero- habían caído granos de trigo que se llevaban las
hormigas y, por el otro, las moscas estaban posadas sobre gotas de miel.
El juez
absolvió a los cuatro y los tomó a su servicio para que, gracias a sus
excepcionales dotes de observación, lo ayudarán a descubrir a los malhechores.
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