viernes, 8 de julio de 2016

Los cuatro hermanos y el camello perdido




Cuatro hermanos, que era unos rastreadores muy hábiles, vieron las huellas de un camello. Más adelante encontraron a un árabe que les preguntó si habían visto un camello que se le había desaparecido; pensaba que seguramente se lo habían robado y no sabía qué hacer ni dónde encontrar a los ladrones.



Los hermanos preguntaron:



-¿Es ciego de un ojo y cojea de una pata?



-¿Tiene el rabo cortado?



-¿Lleva un saco de trigo y un odre de miel?



-¡Ese es! – exclamó el árabe- ¿Sabes quién me lo ha robado? ¡Díganmelo, por favor!



-No, ni siquiera lo hemos visto- dijo uno de los hermanos.



El árabe pensó enseguida que los ladrones eran ellos y los llevó ante el juez:



-Han descrito tan exactamente a mi camello, que no pueden negar haberlo robado.



-El camello –dijo el primero- había comido la hierba de una parte sólo del camino y por tanto tenía que ser tuerto. Una huella estaba menos marcada que la otra y eso quería decir que cojeaba.



-Yo he observado -dijo el segundo- que los excrementos formaban un solo montón, en vez de estar esparcidos como es normal, y por eso he pensando que tenía que tener el rabo cortado.



-De acuerdo –dijo el juez-, pero ¿cómo habéis podido adivinar también la carga que llevaba?



-Por un lado –dijo el tercero- habían caído granos de trigo que se llevaban las hormigas y, por el otro, las moscas estaban posadas sobre gotas de miel.



El juez absolvió a los cuatro y los tomó a su servicio para que, gracias a sus excepcionales dotes de observación, lo ayudarán a descubrir a los malhechores.






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